John y el perro se tenían un gran cariño. Pero un día, todo debió venirse abajo para el perro fiel, cuando su amo fallece a causa de la tuberculosis, y es enterrado en el cementerio de Greyfiars.
James Brown, el viejo enterrador y cuidador del cementerio en la época, queda asombrado al ver cómo el pequeño Bobby acompaña al cortejo fúnebre durante el entierro de su amo. El enterrador, que no permite la entrada de caninos al cementerio, decide echarlo sin más.
Pero a la mañana siguiente, cuando este despierta… Su asombro crece al divisar una pequeña figurita temblorosa que yace tumbada sobre el frío y húmedo mármol de la lápida de John Gray. Se trataba de Bobby, una vez más.
Aquello sucedía cada día. Bobby acudía a la tumba de su dueño todas las mañanas, y después se marchaba, y se sentaba a la puerta de un bar –que hoy sigue en pie- llamado “The eating house”, donde el dueño se ocupaba de darle al perro su almuerzo.
Cuentan que Bobby no abandonó la tumba de su dueño durante catorce años, hasta su propia muerte.
Cuentan que Bobby no abandonó la tumba de su dueño durante catorce años, hasta su propia muerte.
Actualmente, frente a “The eating house” encontramos un memorial al pequeño Bobby… El perro fiel.
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